Estaba hecho de la materia de los sueños,
pero no de unos sueños cualesquiera.
Ya de niño participó en grandes gestas,
el cuarto de juegos se convirtió en campo de batallas
y el teatro de la escuela en su universo.
Al crecer cambió la espada por la pluma
y con ella siguió buscando paraísos
donde los demás sólo veían estercoleros.
Desde su ventana veía a los pájaros volar
y se imaginaba a si mismo migrando con ellos
hacia tierras más cálidas y menos hostiles.
Su ciudad se le antojaba pequeña, le oprimía
y el quería ampliar horizontes.
Se sabía distinto y los demás también lo sabían.
Quiso luchar por la libertad,
por preservar los valores de sus héroes infántiles
pero se topó con un mundo real
en el que no tenían cabida los super hombres,
o quizás si, sólo que éstos no erán como los había imaginado.
Luego llego el amor, ese sentimiento que todo lo arroya
y que suele envejecer más rápido que quien lo siente.
Pero también en eso era distinto
y eran tiempos difíciles.
Cuando vinieron a buscarle para llevarle al paredón
no supo por cual de sus crímenes le condenaban.
Quizás fue por sus versos,
esas soflamas incendiarias que invitaban al pueblo a pensar,
o tal vez fue por los jóvenes mancebos
que entre gemidos de placer
dejaban su silueta impresa en las sábanas de lino.
Puede ser que su voz se escuchara demasiado
y no es educado pedir pan para el hambriento
en la mesa del general.
Estaba hecho de la materia de los sueños
y nos hicieron despertar.